LAS VIDRIERAS DE LA CATEDRAL DE JAÉN YA ESTÁN RESTAURADAS
La Catedral de Jaén, conocida
como "la catedral de la luz blanca" por sus vidrieras incoloras,
conserva un conjunto excepcional de vidrieras que refleja los cambios técnicos
y estéticos habidos entre los siglos XV-XX. A finales de 2022 se emprendió una
restauración que se acaba de finalizar en 2024.
El estudio de las vidrieras de la Catedral de Jaén nos lleva a establecer dos tipos: el de las translúcidas, correspondientes al gusto clasicista de los siglos XVI al XVIII, y el de las decorativas, de principios del siglo XX.
Carecemos de noticias
documentales acerca del pensamiento del arquitecto Andrés de Vandelvira en su
proyecto original, si acorde con los programas goticistas ejecutados por
entonces en otras catedrales españolas o afín a las nuevas ideas de iluminación
«blanca» del Renacimiento italiano.
Un estudio del inventario de
bienes efectuado a su fallecimiento nos revela la posesión de dos libros del
tratadista Sebastiano Serlio, quien ya apostaba por el empleo de vidrieras
geométricas, no decorativas. La constatación de esta nueva estética en los
continuadores de la obra de Vandelvira es evidente.
Una comparación del efecto
lumínico entre las vidrieras clasicistas y las historicistas nos da idea de dos
concepciones abismales del tratamiento de la luz.
Iluminar la Catedral de
Jaén en el Renacimiento andaluz
No se puede pensar con ello, sin embargo, que la proyección de programas vidrieros decorativos fuera incompatible con la arquitectura del Renacimiento, tal como afirma Víctor Nieto Alcaide en La vidriera española: «A este respecto, puede afirmarse que en España, hasta las últimas décadas del siglo XVI, la iluminación coloreada y cambiante que proporcionaba un sentido oscurecido y trascendente a los interiores funcionó como una idea general de la arquitectura. En las catedrales españolas, frente a la iluminación diáfana propia de las iglesias del Renacimiento italiano, este sistema de iluminación medieval creado por las vidrieras permaneció con independencia del carácter gótico o renacentista del continente arquitectónico ».
En efecto, son destacables las
intervenciones a vidrieras realizadas a mediados del siglo XVI en las
catedrales de Segovia, Salamanca o Pamplona. También cabe citar, en pleno
apogeo del Renacimiento andaluz, las de Arnao de Flandes para la Catedral de
Sevilla (1552-1556) o para la iglesia de San Jerónimo de Granada (1544- 1550),
estas posiblemente abocetadas por el mismo arquitecto Diego de Siloé.
Están documentados, de hecho,
algunos esbozos realizados por este célebre maestro para las vidrieras de la
capilla mayor de la Catedral de Granada (1558-1561), ejecutadas por Juan del
Campo. El programa de vitrales del templo mayor granadino no se limitó al
espacio simbólico de la cripta imperial, sino que se completó con la
intervención de Teodoro de Holanda en el lado norte de la girola (1554-1556).
Vidrieras no decorativas
para la Catedral de Jaén
Un pensamiento estético similar
podría haber guiado la disposición de las vidrieras en el proyecto original del
arquitecto Andrés de Vandelvira para la Catedral de Jaén.
Sin embargo, es evidente que el
templo giennense carecía de las connotaciones trascendentes del proyecto
imperial granadino y que Vandelvira tenía conocimiento del sentido de la luz en
los tratados de arquitectura clásica, especialmente el de Sebastiano Serlio
quien, en su Tercero y Quarto Libro de Arquitectura, ya proponía otros
modelos de vidrieras no decorativas.
También Alberti disponía, en su De re aedificatoria, que las ventanas en los templos debían ser moderadas y altas para que no se mantuviera ningún contacto con el fluir cotidiano de la vida exterior y que, desde ellas, solo se pudiera ver el cielo para que los fieles no se distrajeran en su meditación.
En cualquier caso, el devenir
constructivo de la Catedral de Jaén se decantó finalmente, en el tema de la
iluminación, por el pensamiento moderno, fracasando, en 1582, el intento de
sustituir por óculos las ventanas serlianas ideadas por Vandelvira, gracias a
la intervención del maestro mayor, Alonso Barba.
Además, este hecho va a coincidir
con la introducción de nuevas formas de religiosidad establecidas en el
Concilio de Trento, que reinterpretan el ideario albertiano sobre la luz. En
sus Instructiones Fabricae et Supellectilis Ecclesiaticae, publicadas en
1577 por el cardenal Carlos Borromeo, se apuesta por una iluminación adecuada
de los templos con ventanas cerradas por vidrios transparentes.
Maestros vidrieros en la Catedral de Jaén
Este cambio de sensibilidad va a
ser definitivamente recogido en la Catedral de Jaén por el maestro Juan de
Aranda Salazar, en los trabajos efectuados desde la cabecera del edificio hasta
el crucero, entre los años 1635 y 1654, incluyendo la cúpula.
Durante la maestría de Pedro del
Portillo, sucesor de Juan de Aranda en la obra catedralicia, se continúa la
construcción a partir de lo realizado en la fase anterior por las capillas de
la cabecera, incluida la capilla mayor, presbiterio, el testero del crucero
norte y el resto de las tres naves hasta el crucero.
Según Rafael Galiano Puy en su estudio sobre Pedro del Portillo, el 1 de junio de 1655 se acuerda, en escritura firmada en Madrid, un contrato con Pedro del Sol para cerrar los ventanales del crucero, gracias a la gestión realizada por Juan Bautista Casela, arcediano de Úbeda y residente en la Villa.
Los trabajos comenzaron el día 12
de junio, como consta en el protocolo notarial firmado en Jaén el 21 de agosto,
determinándose sucesivos pagos a Pedro del Sol: «maestro de labrar vidrio,
madrileño, se obligó a hacer todas las vidrieras que fuesen menester para el
crucero en razón de a 1’5 reales por cada cuarta en cuadro, mas los gastos de
venida e vuelta, 1200 reales. Habiéndose ajustado además la cuenta de los
gastos ocasionados por el tiempo que ha estado en la ciudad, se fija un cargo
total de 7629 reales, de los que ya se han pagado 1700, por lo que queda un
resto de 5929 reales».
En el acto, se le abonan al
maestro vidriero 3000 reales, quedando el resto para el momento en que se
terminaran las vidrieras y se dejasen puestas, pues el maestro vidriero tuvo
que marchar a Madrid en esa fecha. Finalmente, no se llegó a liquidar el pago
hasta finales de 1658.
A continuación, se procedió al
cierre de la obra edificada con un muro construido a la altura del crucero y se
consagró el templo en el año 1660. Se adoptará un sistema de vidrieras
geométricas y emplomadas, de vidrio soplado, translúcido e incoloro; este
sistema era modular, lo que permitía su reproducción serial a distintas
escalas.
El modelo elegido, despiece
«borne», se asemeja al establecido como nº 20 en el Breve tratado de trazar
las vidrieras, conservado en el monasterio de Guadalupe y fechado entre
1638 y 1647. En él se alaba la trabazón de los dibujos geométricos, lo que
repercute en el mayor grado de resistencia, por lo que se considera ideal para
sitios altos donde puede aguantar el envite de los vientos: hay que tener en
cuenta que el vano central tiene una altura de 5 m y una anchura de 2,2 m.
El modelo se debió repetir en los
ventanales de la fachada, trazada por Eufrasio López de Rojas en 1667, y en los
concluidos a lo largo del siglo XVIII a lo largo de las naves entre el crucero
y la fachada, durante la dirección de José Gallego. Culminaba así la
consecución de un espacio diáfano plenamente clásico.
La intervención de Pedro del Sol
es uno de los pocos datos conocidos acerca de la labor de un maestro vidriero
en la Catedral de Jaén, coincidiendo con el trascendental cierre de la obra
edificada hasta entonces, cuando se construyó un muro a la altura del crucero
para permitir la consagración de la Catedral de Jaén en el año 1660.
La idea de iluminación clara
persistirá durante las obras de conclusión del edificio a finales del siglo
XVIII.
La moda de las vidrieras
traslúcidas en el siglo XVII
La extensión de la vidriera
geométrica a partir del siglo XVII va a suponer la pérdida del valor de los
vidrios coloreados y afectará, de forma decisiva, al acabado de obras como la
iluminación de las naves de la Catedral de Granada, donde se montarán,
definitivamente, vidrieras traslúcidas.
Durante el siglo XVIII esta
tendencia se radicalizará, llegándose a desmontar antiguas vidrieras, como
sucedió en la Catedral de Segovia, donde fueron retiradas las de la capilla
mayor, en el año 1771, para que quedara mejor iluminado el retablo de Sabatini.
Intervenciones similares encontramos también en otras catedrales góticas, como las de Burgos o Ávila: en definitiva, una auténtica sequía creativa y productiva en el terreno de la vidriera decorativa a lo largo de más de dos siglos, exceptuando alguna actuación puntual en la Catedral de Toledo.
Este caso se expone en el estudio
efectuado sobre «Las vidrieras de la Catedral de Jaén», documentándose «el
intento de recuperación de los talleres de vidrios coloreados», como lo
atestigua la figura del arzobispo Francisco Antonio de Lorenzana, quien
rescató, en 1765, un viejo tratado manuscrito por Francisco Sánchez Martínez en
1718 y titulado Tratado del secreto de pintar a fuego las vidrieras de esta
Sta. Igla. primada de Toledo.
La recuperación definitiva del
arte del vidrio decorativo se produjo en España a partir del siglo XIX como un
auténtico revival ligado, estéticamente, al surgimiento del Historicismo y,
técnicamente, al proceso de restauración de vidrieras que se inicia en la Catedral
de León en 1859, con el objetivo de devolver la espiritualidad al templo
cristiano.
Para ello, era necesaria la
recuperación de los procedimientos de un arte que había caído en desuso,
abandonando su carácter artesanal y mecánico, y el aprovechamiento de las
ventajas de las técnicas modernas. También había que estudiar los modelos, las
tipologías y las formas históricas de la vidriera española, de lo que surgió
una significativa riqueza iconográfica y una gran variedad estética, no solo
neogótica, sino también clasicista.
Estos programas aparecen ligados
a obras de restauración de edificios góticos, como la Catedral de León
(1859-1901) o la iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid (1881). También a
obras de nueva planta, como las criptas de las catedrales de la Almudena de
Madrid (1883) y la de Vitoria (1911) y, la mayor parte de las veces, como
restitución o incorporación en edificios antiguos: el crucero y nave principal
de la Catedral de Burgos (1871-1913), la Catedral de Málaga (1880-1893), la
Catedral del Burgo de Osma (1893-1897), la cabecera de la Catedral de Palencia
(1900-1911) o el cimborrio de la Catedral de Sevilla (1903).
Polémica entre luz o espiritualidad para las vidrieras catedralicias
La crítica a la excesiva luminosidad
de la Catedral de Jaén la inicia Francisco Pi i Margall en su libro España,
sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia (1885). Recupera la
originaria polémica clasicista-medievalista del siglo XVI, denigrando la falta
de espiritualidad que transmiten las iglesias del clasicismo.
En su visita a la Catedral de
Jaén no desdeña la grandiosidad y el «lujo» de la sacristía, la sala capitular
o el sagrario, pero las considera cualidades más apropiadas para las
edificaciones profanas, no para suscitar la plegaria religiosa. En su juicio,
tiene un valor determinante el tratamiento de la luz dentro de ella: «Lejos
de realzar, mengua la majestad del monumento, que lleno por otra parte de luz y
blancura, ni llena de horror religioso como las bajas iglesias bizantinas, ni
lleva la imaginación por los ilimitados espacios de la inmensidad como las
atrevidas y tenebrosas catedrales góticas». El nuevo ideario historicista
no tardó demasiado tiempo en cuajar en el obispado giennense.
En Jaén, precisamente, impulsó la
construcción del seminario diocesano, a finales del siglo XIX, en cuya capilla
encontramos también un conjunto unitario de vidrieras. Este, sin embargo, se
fecha en 1911, dos años después de hacerse cargo del obispado de Jaén Juan
Manuel Sanz y Saravia (1909-1919), auténtico ejecutor del nuevo programa
vidriero en la diócesis. No podía ser menos, de una persona que procedía de la
sede de León donde se había llevado a efecto el mayor número de reposición de
vidrieras entre las catedrales españolas.
En el Boletín Oficial del
Obispado del 20 de marzo de 1911, se expone el elogio público del obispo Juan
Manuel Sanz y Saravia hacia la caridad del donante de la vidriera del Santo
Rostro, Félix García, y lo artístico de la obra, esperando «que otras
personas caritativas y amantes del esplendor de la Catedral se unan para
continuar la empresa de dotar a todo el ventanaje de una cristalería artística».
Iconografía de las
vidrieras de la Catedral de Jaén
Estos programas van a ser
ejecutados normalmente por talleres extranjeros, como los alemanes de Mayer y
Zettler, o los franceses de Dagrant, Anglade o Maumejean, este último establecido
en España debido a la intensa demanda alcanzada por los pedidos.
A nivel nacional, tan solo era destacable, durante el siglo XIX, el taller de Antoni Rigalt en Barcelona aunque, con posterioridad, se crearon otros, como el de Basilio Paraíso en Zaragoza denominado «La Veneciana».
En el caso de la Catedral de Jaén
los programas de vidrieras decorativas van a ser ejecutados, al menos, por dos
casas diferentes, la Veneciana y la Maumejean; la primera de ellas se hará
responsable de la ventana serliana de la cabecera (1910) y la segunda de las
dos serlianas del crucero (1911). Se desconoce la autoría de las vidrieras de
la fachada, pero son similares a los modelos realizados por la casa zaragozana
para la cabecera de la Catedral de Calahorra, fechadas entre 1914 y 1920.
A pesar de la cercanía en el
tiempo, la dispar procedencia de estos talleres influirá en la consecución de
un conjunto diverso estéticamente en el que conviven propuestas historicistas
que van del prerrafaelismo al clasicismo, incluso dentro de un mismo taller.
Igualmente, encontramos una riqueza iconográfica en la que pudo influir la variada condición de los donantes: Félix García, emprendedor banquero de origen riojano, en el caso de la vidriera de la cabecera, y la marquesa de Blanco Hermoso, acaudalada propietaria, en las del crucero. Según el Boletín Oficial del Obispado, las primeras fueron costeadas por 5600 pesetas y las segundas por 6000 y 6600 pesetas cada una de ellas.
El estudio iconográfico realizado
en Apuntes sobre las vidrieras decorativas de la Catedral de Jaén
precisa que las vidrieras de la cabecera disponen, en el vano central, a santa
Verónica sosteniendo el paño con la impresión del Santo Rostro, principal
reliquia de la Catedral de Jaén.
En los vanos laterales las imágenes
de San Eufrasio, primer obispo de la diócesis, y San Félix Cantalicio, de
arraigada devoción local y coincidente con la onomástica del donante.
En lo que respecta a las
vidrieras del crucero sur, en el vano central se dispone el tema de la Anunciación
y en los vanos laterales las imágenes de San Fernando y de San Antonio de
Padua. El primero, por su vinculación a la conquista cristiana de la ciudad y
el segundo por la onomástica del marqués consorte de Blanco Hermoso, Antonio
Mariscal Navaja.
Igual sucede con las vidrieras
del crucero norte, cuyo tema central es el de la Asunción, advocación de la
Catedral de Jaén, mientras que en los laterales aparecen Santa Ana enseñando a
la Virgen María, y San José conversando con el Niño Jesús; ambos alusivos al
nombre de la donante, la marquesa Ana Josefa Mendoza y Muñoz Cobo.
Los conjuntos vidrieros del
crucero son los que se conservan en peor estado, y el correspondiente a la
parte norte presenta la firma de la Casa Maumejean.
Finalmente, citaremos las tres vidrieras de la fachada, que debieron realizarse dentro del programa decorativo preconizado por el obispo Sanz y Saravia, aunque sin atestiguarse aún la donación de Félix García.
Iconográficamente se eligió, para
la correspondiente a la nave central, el motivo de El Salvador, mientras que
para las naves laterales se optó por San Juan Bautista, como su precursor, y
por San Miguel, como arcángel protector de la Iglesia.
Rafael Casuso Quesada, doctor en Humanidades y profesor de Patrimonio Histórico de la Universidad de Jaén, además de miembro de la Academia de Bellas Artes de Sevilla.