Corría el verano de 1681. La terrible
epidemia de peste que asoló gran parte de Andalucía, también llegó a Jaén y
para acoger a los apestados, las autoridades de la capital tuvieron a bien
instalar un hospital en las afueras, en la denominada, por aquel entonces,
calle de Juan Izquierdo, actual calle Josefa Segovia. De hecho, todavía hoy se
puede ver, en el número 17, un cuadro de azulejería artística que representa la
imagen de “El Abuelo” que recuerda aquella ubicación. Hasta aquel hospital eran
llevados los apestados que, con pocas o ninguna posibilidad de sobrevivir, sin
embargo, no eran bien atendidos por la falta de aseo y asistencia de
enfermeros.
Ante esta situación, tres frailes del
Convento de San Francisco se ofrecieron a acudir en socorro de los apestados.
Estos eran Fray Francisco Javier de Talavera, Fray Juan Jurado y Fray Juan de
Varo y Capote. Este ofrecimiento fue aceptado por el Corregidor y Justicia
Mayor de la Ciudad, D. José Francisco de Aguirre Álava y Zuricaray, nombrando
Gobernador y Administrador del Hospital a Fray Francisco Javier de Talavera.
El día 14 de julio de 1681 salieron
del Convento en procesión con la imagen de San Francisco, tomando posesión del
Hospital y
según cuenta la crónica que “no quedó rincón de tantas casas y
calles como componían el hospital que no se asease, siendo los tres religiosos
los primeros que tomaron las escobas y los últimos que las dejaron”. Los tres
frailes se contagiaron de la enfermedad, salvándose únicamente Fray Francisco
Javier de Talavera. La situación era gravísima, pues la epidemia iba en aumento
y es entonces cuando los devotos de Nuestro Padre Jesús Nazareno acudieron a Él
en busca de remedio, salud y consuelo.
Entonces, aquel 11 de agosto de 1681,
a las tres de la tarde, la Imagen de Jesús de los Descalzos fue llevada en
devota procesión hasta este hospital para pedirle que pusiera remedio a aquella
tragedia. Según cuenta la crónica: “Desde aquella hora no murió persona alguna
de peste y a muy pocos días se cerró el hospital, y porque se reconoció ser
milagro de dicha Santa Imagen, le llevaron las llaves del hospital y se las
pusieron en el brazo, y hasta hoy las tiene”.
Se aceptó, oficial y popularmente,
que las llaves eran del hospital de apestados, por lo que a lo largo del siglo
XIX no fueron pocas las veces que se solicitaron a la cofradía para ponerlas a
la cabecera del lecho de los enfermos graves o agonizantes. Además, incluso se
enviaron a la reina Isabel II para que las mismas la protegieran durante los
alumbramientos de la infanta Eulalia y el infante Francisco Leopoldo.
Finalmente, se optó por hacer una reproducción de las llaves para evitar su
deterioro.
Para conmemorar el suceso se hizo en
el muro de la fachada una hornacina cerrándola con una reja de alambre. Dentro
de ella se puso un cuadro con la imagen de Nuestro Padre Jesús con una
inscripción que así dice:
“En el año 1681, una epidemia espantosa ocurrió en esta
ciudad; y habiendo salido la sagrada imagen de Jesús Nazareno en procesión y
venida a esta casa hospital de epidémicos a las tres de la tarde del día 11 de
agosto, se observó desde el momento tan considerable alivio que se suspendieron
las muertes y a los pocos días se declaró la población en Estado de Sanidad y
cerradas las puertas del hospital se depositaron las llaves en las sagradas
manos de Jesús Nazareno que aún conserva en memoria del milagro.”
Dicho cuadro se conserva hoy en el interior del Arco de San
Lorenzo.
Francisco Javier Guzmán Lorite.